Este escrito pertenece a Marianela, compañera de PCR y militante de La Fuerza Popular Casildense, que compartió a cada uno de sus compañeros de militancia estas sentidas palabras que se pueden hacerse extensivas a todes.
A mis compañeras y compañeros:
Este virus hace ruido, no sé si será porque pone nerviosos a los de arriba, o porque empezaron a asomar realidades que hasta este momento permanecían ocultas para muchos, que desconocíamos o que conocíamos pero mirábamos para otro lado para no tener que soportar tanto dolor y desigualdad.
Mis compañeras y compañeros que patean el barrio como nadie me cuentan una realidad que no aparece en la tele ni en los grandes discursos.
Ellxs saben que en el barrio se hace difícil quedarse en casa, porque no todxs tenemos las mismas armas para pelear contra el virus.
Porque no se defiende la salud con la panza vacía, encerrado en cuatro chapas y con amenazas dentro, sin agua, sin sueldo ni changas.
Porque mientras algunxs hablan de alcohol en gel, lavandina y del quédate en tu casa, alguien en otro lugar sostiene una olla, cargado de bronca y de vergüenza, con la esperanza de llenarla y tener algo para poner sobre la mesa.
Y porque es mentira que el virus nos igualó, este virus mostro que hay un sistema que provoca las desigualdades y que no es una cuestión de suerte nacer donde nacemos.
Y a muchxs nos recorre una sensación de que este barrio está separado más que por una vía, por un muro gigante. En este otro mundo gobiernan las más crudas realidades y hoy está presente más que nunca la peste más vieja, postergada y dolorosa: el hambre.
Y si hay hambre el peligro es inmenso, porque el hambre le quita los sueños a los pibes y a las pibas, nos hace más sumisos y menos rebeldes a todxs.
Y entonces, Ahí donde el futuro cuesta el triple, aparecen ellXs, mis compañerxs, y hacen que las cosas duelan un poquito menos y que sean menos difíciles, revolviendo una olla, buscando una ropa que te guste y te quede bien o cociendo una frazada para esas noches interminables de frio y miedo, con el corazón entre las manos y palabras llenas de amor con los que te inventan otro mundo posible.
Sé que muchas veces y después de cada jornada, se les hace un nudo en la garganta y hasta ruedan lágrimas de bronca e impotencia, sé que sienten miedo, sé que abren esa puerta con la angustia de pensar en cuantos serán hoy, sé que cargan en sus espaldas historias muy tristes, pero también sé que todo eso se convirtió en el motor de la lucha y la organización que tienen hoy.
Y entonces, ellxs, que conocen esa realidad y todas las realidades del barrio y que son las personas más valientes que tiene esta historia, se levantan, se arremangan y con lo que hay, con lo que se juntó, haciendo magia con dos cebollas y un arroz, encienden el mechero, ponen una olla arriba del fuego y la comida en cada panza que lo necesita, porque el arma de los de abajo siempre es la solidaridad y el amor, mucho amor.
Porque como dijo el Che: “el revolucionario verdadero debe estar guiado por grandes sentimientos de amor”.
Y en la realidad más dura, entre el fuego y el vapor de cada olla, se va escribiendo la historia de los imprescindibles, de quienes no se rinden, de los que luchan, de los que el dolor del otro no les es indiferente, de lxs que prestan el corazón para dar vuelta el viento y hacer de este mundo uno más justo, para que un día, esa bandera que levantamos por pan, tierra, techo y trabajo, se haga realidad.
Deseo que todxs alguna vez experimenten lo que estoy sintiendo hoy al lado de ellxs: una alegría inmensa al pensar que es posible transformarlo todo! es con amor y militancia siempre!