El principal objetivo de la dictadura fue imponer con el terror un modelo económico en beneficio de los grandes terratenientes y los monopolios extranjeros.
La ley de Inversión Extranjera que permitió exenciones impositivas de todo tipo a las grandes multinacionales que se radicaran en el país con la posibilidad de “repatriación” a sus casas matrices de las utilidades obtenidas, la ley de Entidades Financiera que abrió la puerta a la especulación financiera y configuró un sistema bancario concentrado y extranjerizado, sumado a la apertura indiscriminada de las importaciones, fue una combinación explosiva que destruyó gran parte de nuestra industria nacional y abrió paso a un profundo proceso de extranjerización de nuestra economía que continúa hasta nuestros días.
El resultado fue un endeudamiento externo nunca antes visto, la caída de la producción industrial y el deterioro del salario.
Es una deuda de la democracia poner fin a estos mecanismos de saqueo y pérdida de soberanía, que cobran más vigencia que nunca, en una Argentina acorralada por el FMI y en donde las recetas parecen volver una y otra vez, para descargar las crisis sobre las espaldas de nuestro pueblo.