Tras 21 días de una histórica huelga, que sacudió a la provincia y al país, en unidad con todos los gremios del complejo agroexportador, los aceiteros lograron abrirle la mano a las agroexportadoras y ganar la pulseada por salarios e impidiendo el avance de las multinacionales sobre los convenios colectivos del sector.
Todavía sigue el paro y en conflicto los recibidores de granos de URGARA, y los marítimos SOMU y los Centro de patrones y Oficiales Fluviales de Pesca y Cabotaje Marítimo.
Desde comienzos de diciembre el Sindicato de Obreros y Empleados Aceiteros de San Lorenzo (SOEA), que nuclea a los trabajadores del cordón industrial al norte del Gran Rosario y la Federación Nacional Aceitera, que dirige Daniel Yofra y agrupa a los trabajadores de las empresas al sur de Rosario y del resto del país, junto con los recibidores de granos afiliados a URGARA comenzaron una huelga por la reapertura de las paritarias y el pago de un bono a quienes siguieron trabajando durante la pandemia.
Tras el fracaso de las negociaciones y el vencimiento de todas las conciliaciones obligatorias posibles, con asambleas en los portones de todas las empresas se decretó la huelga.
El reclamo gremial comenzó con el pedido de un Bono Pandemia de 10 mil pesos mensuales para los trabajadores que fueron designados esenciales por el gobierno al inicio de la cuarentena. El sector nunca detuvo su marcha, ni sus ganancias en todo el año. Fue uno de los pocos sectores económicos que siguió facturando en pandemia como si nada, logrando un nivel de actividad y de ganancias igual al promedio de los últimos 5 años.
Desde abril el monopolio chino Cofco paga a sus trabajadores este bono y el resto de las empresas no. A eso se sumó el pedido de apertura de la paritaria que había cerrado con un 25% de aumento en abril y promesas de reapertura en setiembre. Los trabajadores aceiteros y recibidores de granos pedían un 10% para cerrar en 35% el 2020.
En medio de esa negociación las empresas embarraron la cancha con la amenaza de reducir a la mitad el histórico bono de fin de año que desde hace una década cobran los trabajadores. Las empresas, en su mayoría monopolios extranjeras, como Cargill, Bunge, Cofco o Dreyfus, se encolumnaron en la negociación tras la dirección de CIARA (Cámara de Industrias Aceiteras de la República Argentina), dirigida hoy por Gustavo Idigoras.
El mismo dirigente empresario que está a la cabeza del Concejo Agroindustrial Argentino, representante del lobby agroexportador que está negociando con el gobierno nacional una serie de leyes y beneficios para el sector como la baja de retenciones.
El sector presiona al gobierno por la devaluación y la baja de retenciones , pero por otro lado trabajan de cara a ingresar al mercado chino de aceites y harinas, que es lo que producen centralmente estas empresas. Hoy el gran comprador que es China se concentró en comprar solo la materia prima (COFCO se transformó en el principal exportador de porotos de soja de Argentina) para procesarlo en su propio territorio y así sostener sus propias fuentes laborales.
Para intentar competir en ese mercado los monopolios intentan quebrar los convenios colectivos de trabajo de los aceiteros ganados con gigantescas luchas durante los 90 y las décadas siguientes. Buscan la baja de costos en la logística intentando copar la reconseción de la hidrovía, y la baja de costos laborales intentando quebrar los convenios y a los gremios que han ganado fuerza y organización en estos años al calor del crecimiento del sector.
Las agreoxportadoras se han transformado en uno de los principales actores económicos del rubro, y se han ha ido consolidando también como uno de los principales factores económicos del país. El complejo al norte del gran Rosario es además el más grande del mundo en procesamiento y exportación de cereales, oleaginosas y sus subproductos (harina, biodiesel, aceites), superando a los complejos de EEUU y Brasil.
No solo impactó en la economía nacional, por el freno al ingreso de divisas, sino que afectó también al precio internacional de los commodities con subas en Chicago y reclamos y amenazas de las potencias compradoras.
El gigante que representa la clase obrera industrial se puso de pie y eso provocó un terremoto que llegó hasta el último punto de nuestra geografía. La huelga tuvo impacto en todos los sectores y pueblos de la provincia. Impactó en toda la cadena productiva agroindustrial, en cooperativas, en productores, acopiadores, empresas tercerizadas que brindan servicios, camioneros, etc.
La fuerza de la unidad de acción
Por primera vez en décadas todos los gremios del sector impulsaron medidas que confluyeron en una gran huelga. Semanas antes del comienzo de la misma, la Federación Aceitera y los recibidores de granos acordaron la acción conjunta en el reclamo, y durante los primeros días de diciembre además nació la Intersindical Maritima Portuaria que agrupa a más de 11 sindicatos en el complejo agroexportador. Este agrupamiento también se lanzó a la huelga por reclamos salariales propios y en solidaridad con aceiteros paralizando absolutamente toda la actividad portuaria.
Pese a la gran campaña mediática para aislar a los aceiteros, y el silencio de muchos sectores políticos locales, provinciales y nacionales, la huelga conmovió a toda la sociedad y empujó a posicionarse a todos los sectores sociales y empresariales.
Por el lado de los trabajadores recibió la solidaridad y el apoyo de gremios, organizaciones sociales y la sociedad en general, mientras que de la vereda empresaria la Sociedad Rural, los acopiadores y corredores, los grandes medios y las Cámaras empresarias pusieron el grito en el cielo por el “atrevimiento” y la osadía de los laburantes del sector que produce 8 de cada diez dólares que ingresan al país de parar la producción reclamando mejoras.
Finalmente se consiguió casi todo lo reclamado, y la huelga aceitera llegó a su fin. Hoy todavía los recibidores de granos, los portuarios de SOMU y Patrones Fluviales, que negocian con otras cámaras empresarias siguen en lucha y con medidas de fuerza.
La imagen de los piquetes sumada a las decenas de barcos varados en el Paraná a la espera de ser cargados fue el marco de una victoria histórica para los trabajadores del sector.
Miles de trabajadores apostados durante 20 días, incluso navidad, en los portones de las empresas sosteniendo los piquetes y discutiendo no solo el reclamo salarial sino el impacto y el entramado político de las posiciones empresariales, son parte de lo que implico esta medida para la región y el país. Para muchos laburantes jóvenes fue la muestra del poder que la unidad obrera y los laburantes del complejo tienen para incidir no solo en su realidad sino en la del país.
Inmersos en uno de los sectores económicos más concentrados y poderosos de Argentina, que no detuvo su marcha un solo minuto durante la pandemia mundial, los trabajadores del cordón industrial de Rosario pusieron en discusión la porción de la torta que les toca en medio del congelamiento de los salarios vivido este año, el aumento de la inflación, el alza de precios record de los commodities en el mercado mundial, y de las previsiones de mayores ganancias del sector de cara a la apertura de la economía mundial en 2021.
Una nueva generación de laburantes, de los cuales muchos no habían participado en medidas tan prolongadas, pudo ser protagonista de una pelea contra los sectores más poderosos, extranjerizados y concentrados de nuestra economía y ganar. Nada va a ser igual en el cordón industrial.