En enero se abrió en San Lorenzo una casa de atención y acompañamiento comunitario “El Semillero”, impulsada por los compañeros/as del movimiento Ni un pibe menos por la droga. Hablamos con Luciano Garnero coordinador del espacio, y Jemina Churruarin referente del movimiento.
¿Cuándo empezó este espacio y que se propone?
Nosotros abrimos esta casa de atención y acompañamiento comunitario a fines de diciembre, con la idea de generar un espacio que sea utilizado como herramienta de contención para los pibes y pibas de San Lorenzo y la región. Ante la falta de posibilidades con la que se enfrentan los pibes y las pibas a la hora de realizar un deporte que les guste, aprender un oficio, o simplemente organizar su tiempo libre alrededor de algo que deseen hacer, nosotros apuntamos a poder brindar esa oportunidad como eje principal en nuestro trabajo en prevención.
¿En que consta la actividad de ustedes?
Organizamos talleres culturales, deportivos, recreativos y de oficio, con el fin de que lxs pibxs puedan poner en juego su potencial creativo, encontrar un proyecto para su vida y a la vez generar vínculos que le permitan sentirse parte de una construcción colectiva. Contamos también con el equipo profesional de salud, tanto psicólogo como trabajadora social y el resto de los operadores que están para acompañar a quienes estén atravesando un consumo problemático.
¿Cómo ven la situación general de la juventud?
Con mucha preocupación ante el crecimiento exponencial de los consumos de sustancias, que va de la mano directamente del aumento de las desigualdades sociales y económicas en general, el cual deja a millones de pibes y pibas en una situación de total vulnerabilidad. En un país donde la mitad de lxs pibxs son pobres, estamos hablando de millones que nacen despojados de todo, que quedan fuera de las escuelas, que trabajan desde muy chicos, que sus padres nunca tuvieron laburo en blanco o viven de changas, que no tienen acceso al sistema de salud, etc. En ese contexto aparece la cultura narco que crece y se desarrolla usando a los pibes como soldaditos, ofreciéndoles una salida que se presenta como la única posibilidad para ellos, y que tiene como precio de dejar su vida cuidando un bunker. Es muy fuerte el peso que tiene la narcocriminalidad en los barrios populares, y el rol que juega la droga para mitigar la angustia de los pibes. Vivimos en una sociedad en crisis, en donde crece la sobreoferta de sustancias y en la que todos los días se alimenta una cultura toxica. Es la ecuación adictiva perfecta para que crezcan los consumos problemáticos, la sustancia se constituye en una “respuesta monstruosa frente a una carencia monstruosa”.
¿Qué proponen como organización?
Nosotros partimos de la base de que aquel que consume es víctima, en la amplia mayoría de los casos, del flagelo sociales que sufre desde chico. Es alguien que carga con el peso de haber nacido y ser parte de una clase social despojada de la posibilidad de vivir dignamente. Ante esta realidad recae en los jóvenes la responsabilidad individual de su futuro y de superarse a si mismo sin la ayuda de nadie, y esto lo vemos en el discurso de aquellos que sostienen “que el pobre es pobre porque quiere”. Todo esto es sostenido por un sistema que todos los días promueve el individualismo, el desinterés por los demás, la “meritocracia”, una cultura consumista que nos hace creer que cuantos más objetos tengamos vamos a ser más felices. El capitalismo propone cambiar los vínculos humanos por las mercancías, frente a todo esto nosotros tenemos que contraponerle la ética de la solidaridad, la practica comunitaria, la construcción de respiradores vinculares, la posibilidad de jugar un rol activo en la transformación de esta realidad tan injusta. Como diría el Che “hay que tener una gran dosis de humanidad…Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización”
Para esto es necesario, que las organizaciones que trabajamos en el territorio, en el campo de la salud mental y en las adicciones podamos funcionar como facilitadores para la construcción de esas redes de contención. En eso el movimiento ni un pibe menos por la droga, se propone, además, discutir no solo la problemática del consumo sino las necesidades en general de la juventud. Es una organización que busca elaborar planes de trabajo ubicando los objetivos principales en quienes permiten que se desarrolle el narcotráfico, en quienes nos apuntan por falta de voluntad política a la construcción de políticas públicas que pongan el centro en la prevención; lo cual se demuestra en la imposibilidad de la juventud a la hora de acceder a la educación, al deporte, la cultura y la salud.
En San Lorenzo, nos encontramos con clubes deportivos los cuales cobran una cuota impagable para la mayoría de los pibes y pibas. La cultura esta centralizada geográfica e ideológicamente, para una juventud que no es la de la periferia que vive en los barrios de la ciudad.
Por esto, es que como primera iniciativa nos propusimos desde El Semillero en conjunto con el movimiento realizar una campaña en la cual recuperemos los espacios que le corresponden a los pibes desde siempre, que el es el potrero, el baldío. En ese marco el 4 de junio realizamos una jornada de inauguración de nuestra canchita, con todxs lxs talleristas de la CAAC, amigxs, las familias de lxs pibxs, vecinxs y la comunidad en general, donde mostramos el laburo que venimos haciendo y la necesidad de seguir ganándole terreno a la droga abriendo lugares donde fluya el deporte, la alegría, cambiar la esquina para reventarse por una canchita donde divertirse sanamente.