Fotografía: Cooperativa de Comunicación La Brújula
Hace tiempo se conocen las intenciones de General Motors: resolver la caída de las ventas al Brasil, descargando la crisis sobre los trabajadores. Como ya lo intentaron en el 2008 provocando una gran lucha de los trabajadores.
Ahora, mediante la sustitución de la fabricación de dos modelos económicos (Clasic y Agile) por uno de alta gama (Cruze) y el comienzo de la producción de motores, se pretende maximizar las ganancias con mucho menos personal, a lo que hay que agregarle una intensa robotización de la fábrica.
Así, durante el mes de parada de la fábrica, se iniciaron negociaciones secretas entre la General Motors, los SMATA nacional y provincial y parte de la Comisión Interna, que confluyen en un acta acuerdo que establece 350 «suspensiones» por 9 meses, con montos de sueldo decrecientes desde 80% al 55%.
Decimos «suspensiones» porque en el acta no hay ninguna cláusula que obligue a la empresa a retomar el personal al fin de las suspensiones y así es difundido abiertamente por la patronal.
Es rechazada una propuesta totalmente viable, formulada por un grupo de delegados, de «cambiar hombres por horas» mediante un plan de suspensiones rotativas y un día menos de trabajo de la planta. Con todos adentro.
Dejando en claro que además de maximizar las ganancias, la empresa se reserva el derecho de limpiar a aquellos trabajadores que consideran «inconvenientes» o «rebeldes».
Mediante todo tipo de amenazas y el chantaje que «es esto o 400 despidos abiertos», tuercen la voluntad de muchos delegados, haciéndoles firmar el acuerdo, antes de hacerlo público.
Los delegados que no firman son la evidencia de que existe otro camino. Por eso es explicable el resentimiento y los insultos con que Barrios (Secretario General SMATA Rosario) se dirige a ellos en los medios de prensa.
Al abrirse la fábrica, con los traidores difundiendo el acuerdo y el chantaje de los 400 despidos y sin que la empresa dé a conocer la lista de suspendidos se crea una gran incertidumbre.
Los obreros se van enterando en la puerta, quienes entran y quienes no entran.
En esa situación extremadamente difícil, comienzan a organizarse distintas acciones de los despedidos: en el Ministerio de Trabajo, en el Consejo Deliberante, en la planta Seco de Rosario (escrachando la visita de Macri) y la más importante de todas, una asamblea de los despedidos en la puerta de la empresa con gran participación de los turnos que entraban y salían de trabajar donde se conformó una Comisión de Lucha de los desocupados. Se preparan nuevas acciones para esta semana.
En el interior de la planta reina el odio a los dirigentes que hicieron el acta acuerdo y a los que la consintieron, y la confusión sobre las medidas que se pueden tomar con una empresa que amenaza con 50 despidos más para «llegar a los 400».
Junto con la convicción de que la posibilidad mayor de revertir las «suspensiones-despidos» está en la convergencia de los despedidos con los obreros que continúan en la producción.
En contra: la decisión de la planta apoyada incondicionalmente por el gobierno de Macri que empuja la superexplotación y la precarización de los convenios y del trabajo.
A favor: el clima creciente de resistencia y odio a esas políticas, claramente expresadas en la lucha de los docentes, la marcha del 7 y el Paro y la manifestación de las mujeres del 8 de Marzo.