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27 de octubre de 2016

Genero 

¿Por qué nos matan a las mujeres?

La semana pasada conté los días con muertas. Sábado, Lucía; domingo, Alejandra y Yasmín; martes, Marcela; miércoles, Natalia y Samantha; jueves, Silvia; viernes María Magdalena y Marilyn. El sábado parece que el femicidio se tomó feriado, pero el domingo volvió a arremeter contra una de nosotras, es domingo de nuevo y hoy se llama Vanesa. […]

La semana pasada conté los días con muertas. Sábado, Lucía; domingo, Alejandra y Yasmín; martes, Marcela; miércoles, Natalia y Samantha; jueves, Silvia; viernes María Magdalena y Marilyn. El sábado parece que el femicidio se tomó feriado, pero el domingo volvió a arremeter contra una de nosotras, es domingo de nuevo y hoy se llama Vanesa. Me detengo acá porque me cansé de contarnos muertas… pero la lista sigue, quisiera nombrarlas a todas porque no quiero que sólo seamos un número en una estadística, o una marca en un calendario.

El femicidio de Lucía Pérez fue como un puñal para todas. Veníamos de compartir nuestras experiencias, encontrarnos alegres, hermanadas, copar las calles de Rosario en el 31 Encuentro Nacional de Mujeres. Salimos, como cada año, fortalecidas para la lucha; pero la realidad nos volvió a dar un cachetazo… el asesinato atroz de Lucía nos dejó sin habla por unos instantes. Nos sabíamos incineradas, degolladas, violadas… pero ¿“empaladas”? Tuvimos que incorporar un nuevo término para describir nuestras tragedias.

Pero cómo seremos de obstinadas las mujeres argentinas que no permitimos que el dolor nos invada por completo, a ese dolor lo convertimos en bronca y a esa bronca en lucha. Es 19 de octubre y volvimos a hacer historia: paramos en los lugares de trabajo por una hora, muchas llegaron vestidas de negro, todas levantamos nuestros carteles “Ni Una Menos”, “Vivas nos queremos”, “emergencia ya”. Y a las cinco de la tarde volvió a estallar el silencio en toda la Argentina. Miles ocupamos las calles y las plazas, con nosotras a la cabeza, para gritar una vez más que las mujeres estamos en emergencia.

Un Estado femicida

Dice la estadística que una mujer muere en la Argentina cada 26 horas a causa de la violencia de género. Nos matan por el sólo hecho de ser mujeres. La mayoría de nosotras somos asesinadas por nuestras parejas, ex parejas o algún conocido. Algunas de nosotras, la menor parte, perdemos la vida a mano de desconocidos. Todo ellos, los varones violentos, se creen dueños de nuestras vidas y de nuestros cuerpos. “O mía o de nadie”, afirma la célebre frase novelesca. Pero aunque la imagen mediática más común es pintar a los femicidas como psicópatas, monstruos o enfermos, lo cierto es que son producto de esta sociedad en la que las mujeres ocupamos un lugar de subordinación. Este sistema de explotación y de opresión de una clase por otra, necesita que las mujeres sigamos ocupando ese lugar y cumpliendo los dos roles principales que nos tiene asignadas: garantes de las tareas domésticas (el cuidado del hogar y la crianza de los hijos) y objeto sexual al servicio del deseo masculino. Las mujeres sufrimos una doble opresión, primero por pertenecer a la clase trabajadora, segundo por nuestro género.

Frente a esto necesitamos reconocer el origen social histórico del antagonismo entre los hombres y las mujeres, y la consecuente opresión de los primeros a las segundas. Ese es un debate que está hoy a flor de piel en el movimiento de mujeres. Una parte equivocadamente pone el blanco en los varones (en todos, no sólo en los violentos), muchas pidieron que no vayan a las movilizaciones del 19 de octubre ni participen del paro. Es una idea errónea que de fondo lleva a la división de los sectores populares y olvida la responsabilidad que hoy le cabe al Estado, y por ende al gobierno de turno. Para la lucha contra la violencia de género hacemos falta todas y todos. Esto no significa relegar u olvidar la batalla cultural contra las ideas patriarcales arraigadas por miles de años de opresión. Así como las mujeres fuimos tomando conciencia de nuestra opresión a partir de nuestro rol activo en la lucha de clases, también es necesario que los varones cuestionen sus privilegios y pongan en crisis los mandatos culturales que pesan sobre ellos.

Hacemos falta todas… y todos

Hoy lo que necesitamos es la más amplia unidad del conjunto del pueblo. No es posible frenar la violencia si no reclamamos al gobierno de Macri que tome las medidas necesarias para esto: urge la Declaración de Emergencia en Violencia contra las Mujeres. Y también para abordar la segunda discusión el golpe principal es contra ese gobierno: por eso reclamamos jardines para el cuidado de los niños en los lugares de trabajo y en las escuelas, igual salario por igual trabajo o que se implemente la Educación Sexual Integral en las Escuelas, entre otras reivindicaciones. La batalla cultural tampoco es en abstracto, necesita de medidas concretas que es responsabilidad del Estado tomarlas o no…  como las que señalamos antes o por ejemplo la discusión sobre el contenido y control de los medios de comunicación.

Y mientras tanto seguiremos dando los debates a fondo en cada espacio de trabajo, recreación, estudio o militancia. Porque también está en nuestras manos generar una “contrahegemonía”, una cultura diferente a las de las clases dominantes. Las mujeres ya mostramos un camino en ese sentido con el sostenimiento durante 31 años de los Encuentros Nacionales de Mujeres. Dimos y seguimos dando la batalla contra quienes quisieron romper o dividir este espacio único en el mundo. Con la práctica demostramos que es posible algo distinto a lo que nos imponen las clases dominantes.

Autor: Escribe Clara Moreno
Edicion: Hoy 1641 – 26/10/2016

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