Martín Guzmán, quien según Domingo Cavallo tiene una confiable “formación de economista profesional”, esperaba para septiembre un gradual retorno al equilibrio de los mercados financieros argentinos y una normalización de los flujos de dólares, después de los acuerdos por la deuda con los fondos buitres.
Pero esto no es lo que ocurrió.
Los dólares continuaron fugándose del Banco Central, al punto de amenazar con el agotamiento de las reservas netas y encaminando la situación económica a un colapso cambiario y monetario.
Se tomaron nuevas medidas de reforzamiento del cepo para cortar la fuga de dólares. Y, aunque sea temporalmente, se han producido devaluaciones de hecho. Como efecto colateral, producto de lo que llaman “desconfianza de los mercados”, se han derrumbado, en el país y en el exterior, los precios de las acciones de empresas con sede en Argentina, así como las cotizaciones de los bonos recientemente canjeados de la deuda argentina en moneda extranjera.
Frente a las dificultades para controlar el tipo de cambio más allá de los sacrificios realizados y tras las concesiones otorgadas al capital financiero internacional en la renegociación de la deuda en moneda extranjera, nuevamente se cierne sobre nuestro país la posibilidad de mayores quebrantos, aceleraciones inflacionarias y grandes aumentos de la pobreza.
El origen inmediato de esta situación se produjo en 2018, cuando la política económica del macrismo condujo de hecho a la cesación de pagos de las cuentas externas (default). Macri pudo surfear agónicamente la quiebra -sin declararla formalmente- gracias al apoyo de Trump y el FMI.Y mediante la implantación de diversos tipos de cepo a la compra de dólares, cuando ya estaba boqueando cerca de finalizar su gobierno cepos a la dólares, dejando el problema sin resolver tras sucesivas devaluaciones y agravándolo.
El estrangulamiento del sector externo
Detrás de estos fenómenos sometidos a la influencia de las políticas económicas en la coyuntura, subyace el carácter estructural de la dependencia económica argentina que es el que ha convertido a la “falta de dólares” en una constante de nuestra historia moderna.
Si miramos el resultado de las cuentas externas del país, veremos que el ingreso de dólares no depende sólo del balance de exportaciones e importaciones de bienes y servicios sino también de la entrada y salida de capitales.
La Argentina, salvo determinados períodos, ha sido tradicionalmente un país con superávit comercial basado principalmente en la exportación de productos primarios.
El ingreso de divisas (dólares) obtenido por esta vía ha servido en primer lugar para pagar las importaciones, principalmente de materias primas, maquinarias y productos intermedios requeridos por una industria de precios elevados que, utilizando una gran proporción de insumos importados, absorbe divisas más bien que obtenerlas para el país.
Pero en segundo lugar, la Argentina desde fines del siglo XIX, época del imperialismo en el mundo, es un país receptor de capitales extranjeros, sea por la vía de las inversiones directas de los monopolios que han ido extranjerizando la nación o por la vía de las inversiones de cartera (deuda externa).
Estos capitales no vienen a la Argentina para “argentinizarse”, sino que se invierten aquí para reservarse abastecimientos de materias primas y alimentos a través del control de su producción y para obtener superganancias que luego remiten al exterior, superando tarde o temprano las salidas de estas remesas a las entradas de nuevos capitales.
Estas salidas de capitales, entonces, requieren dólares y compiten por ellos con las importaciones. Si para financiar esta fuga, se utilizan divisas originadas en las exportaciones, esto significa que una parte de la producción argentina fluye al exterior sin recibir en contrapartida productos extranjeros, empobreciendo así a la nación. Y si en cambio se apela a la deuda externa cuando las exportaciones son insuficientes, como hizo el gobierno de Macri, puede financiarse la fuga durante un tiempo por este medio, pero al costo de agravar las cargas en el futuro.
Periódicamente, entonces, la Argentina entra en una situación de carencia de dólares suficientes como para abastecer ambas demandas, habiendo apelado las clases dominantes como solución histórica a las devaluaciones de la moneda nacional. En las devaluaciones se expresan no sólo las exigencias del capital imperialista y sus intermediarios locales sino también las de los terratenientes que procuran por esa vía realizar la renta de la tierra en una mayor suma de dinero, y todas ellas han servido para descargar sobre el pueblo el tributo exigido por estos sectores.
Esta situación de estrangulamiento periódico del sector externo constituye un rasgo estructural que ha caracterizado a nuestro país a lo largo de no menos de 150 años, resultado de su inserción en el sistema imperialista mundial como nación oprimida y de desarrollo deformado. Su solución implica, entonces, no pequeños retoques sino un ataque profundo a sus causas.
Algunas precisiones sobre la historia reciente
- El comercio exterior argentino no está bajo control del Estado sino de un reducido grupo de monopolios. Las 200 empresas más grandes controlan el 65% de las exportaciones, y dentro de ellas un grupo de no más de 20 empresas concentran lo fundamental de las exportaciones agropecuarias, agroindustriales y mineras. Estas empresas manejan las divisas, los tiempos de su liquidación y tienen una incidencia crucial por su volumen sobre el mercado de cambios.
- Existe una altísima concentración y extranjerización de las empresas en el país. Las 200 más grandes deciden sobre precios e inversiones, dominan las importaciones, ejercen presión e influencian sobre los distintos niveles del estado en beneficio de sus intereses, obtienen ganancias extraordinarias por su posición monopólica y están en condiciones financieras de desatar corridas contra la moneda nacional si estos intereses no son satisfechos.
- En estas condiciones, el comercio exterior argentino es utilizado como vehículo para transferir ganancias y capitales al extranjero mediante la subfacturación de las exportaciones y la sobrefacturación de importaciones. Las agroexportadoras, por ejemplo, emplean entre otros mecanismos los “precios de transferencia” para disimular la exportación de capitales dentro del mismo grupo y las mineras directamente contrabandean minerales en sus exportaciones sin declarar. Todos estos mecanismos son parte de la dominación imperialista sobre nuestra economía que nos privan de divisas y acentúan el problema del estrangulamiento externo.
- Más allá del peso de estos mecanismos de saqueo encubierto, de las transferencias al exterior de utilidades y dividendos, patentes, etc., y de los servicios de la deuda externa, existe el problema de la liberalización de las condiciones financieras implantadas en la Argentina desde los tiempos de la sangrienta dictadura de 1976. En el marco de la liberalización y expansión del capital financiero en el mundo a partir de los 80 del siglo pasado, la Ley de Entidades Financieras de la dictadura, aún vigente, otorgó a los grupos financieros el control de los recursos monetarios de la nación y el destino del crédito. Dicho control le permite a estos grupos, la mayoría extranjeros, obtener ganancias extraordinarias a través de actividades especulativas, entre ellas operando sobre el mercado de dólares y generando golpes de mercado contra la moneda nacional, cuando encuentran allí, siendo dueños del dinero, posibilidades de ganancias rápidas más allá del estado general de la economía, pero provocando sobre ella muy duros efectos.
- Hay que señalar también los efectos de la inflación sistemática que sufre nuestra economía, que sirve como mecanismo de saqueo de los ingresos fijos de los asalariados y jubilados y afecta a las pequeñas y medianas empresas que no pueden responder de forma inmediata al aumento de sus costos. Esta inflación sistemática ha producido un permanente deterioro (envilecimiento) de la moneda nacional por el cual, el peso argentino es arrojado rápidamente a la circulación a la par que ha ido cediendo sus funciones monetarias como medio de pago y reserva de valor en favor de una moneda extranjera como el dólar. Esta es otra fuente de demanda de divisas, pero que no puede ser catalogada en lo fundamental como especulativa, ni es la responsable de los actuales problemas del sector externo, como algunos pretenden, sino que constituye un medio, en las condiciones actuales, para conservar el poder de compra de los ahorros de una parte de la población.
El rumbo del gobierno de Alberto Fernández en materia del sector externo
En el marco de la pandemia del Covid-19 y de las medidas sanitarias y de ayuda económica a vastos sectores de la población, el gobierno se propuso como tarea principal, ante la incapacidad del sector externo de afrontar los pagos de la deuda heredada del macrismo, la renegociación de sus términos, en lugar de suspender los pagos para someterla a investigación, con el fin de dilucidar su legalidad y legitimidad, tras todos los fraudes y estafas cometidos con ella desde los tiempos de la dictadura.
Fue a renegociar la deuda dando por cierta su legalidad y legitimidad y concluyó aceptando los términos de los fondos extranjeros acreedores, con un respiro de unos tres años en los pagos a la espera de hacer crecer la economía, aumentar las reservas para afrontarlos en el futuro y restablecer la “confianza” de monopolios y grupos financieros internacionales a la espera de nuevas inversiones.
Como dice el Ministro Guzmán: “Nosotros apuntamos a un horizonte en el cual haya otro esquema de regulaciones de la cuenta de capital(…) para favorecer la Inversión Extranjera Directa (IED) en el país, pero desfavorecer la entrada de capitales especulativos que generan inestabilidad macroeconómica en vez de generar más capacidad productiva.” “Para llegar a ese punto hay que ir construyendo robustez, tenemos que poder acumular reservas internacionales. No es algo que se consiga de un día para el otro.”
Y en relación a las trabas actuales para la compra de divisas (cepo), sostuvo que “el cepo fue adoptado en un contexto de gran ansiedad económica por la administración anterior. No constituye una característica permanente de la economía”, dando por sentado que en un proceso se volvería a la normalización del mercado de cambios y a la libre disponibilidad de dólares.
La intención manifiesta consiste en limitar el accionar de los capitales especulativos (algo que merecería un análisis más profundo, dado el recurso actual del gobierno al endeudamiento del Banco Central mediante la emisión de letras que está llevando a un verdadero festival especulativo). Por lo demás, el sector externo seguiría funcionando bajo las mismas condiciones históricas, con todos los condicionamientos propios de la situación de país dependiente. Así, el titular del Banco Central, Miguel Pesce, precisó que «tenemos un problema estructural porque en 2011 exportábamos 83.000 millones de dólares y hoy lo hacemos por 60.000 millones”. Detalló que “necesitamos exportar 90.000 millones porque tenemos demanda de importaciones para la producción, demanda para pagar servicios, demanda para pagar los servicios de deuda y esta vocación que tienen los argentinos para ahorrar en moneda extranjera.” Es decir, hay que exportar más para abastecer las importaciones y pagar el tributo al imperialismo, y como la inflación va a seguir, para abastecer de dólares a los ahorristas.
En igual sentido, el primero de los objetivos señalados por el Ministro Matías Kulfas es que se necesita exportar más, para que Argentina genere los dólares que eviten caer en las crisis recurrentes de balanza de pagos.
Y que el “salto exportador” deberán darlo las cadenas de los recursos naturales, es decir, “clusters tecnológicos”, como la agroindustria, la tecnología asociada a hidrocarburos y minería. Además, resaltó que habrá una perspectiva ambiental, y anticipó que buscarán avanzar en una “industrialización verde”, con energías renovables y electro-movilidad. Una vez más, apoyarnos en la agroindustria en manos de un puñado de monopolios cerealeros, en la minería en manos de los monopolios mineros, en el litio y en el sector de hidrocarburos con Vaca Muerta, y un poco más, todo ello de la mano de la inversión extranjera, particularmente china.
Contribuye a completar el cuadro de continuidad de las viejas relaciones estructurales que periódicamente someten a la Argentina al estrangulamiento de su sector externo y nos atan al atraso y la dependencia, las recientes manifestaciones de que el Gobierno no aplicará restricciones al giro de dividendos en divisas al exterior para las empresas internacionales que inviertan en el país (Ámbito Financiero, 18/09/2020). Según la publicación, el Gobierno quiere que el mensaje sobre la garantía de giro de rentabilidades al exterior llegue a los sectores que más cerca pueden estar de potenciar inversiones en el muy corto plazo. En el listado del gobierno se encuentra, además del sector petrolero vinculado a Vaca Muerta, planes vinculados a la construcción, minería, litio y la actividad agropecuaria en general.
Como vemos predomina en el gobierno la ilusión de que una “buena” política económica, dirigida por manos expertas, podrá superar lo que ellos llaman la recurrente “restricción externa” de la economía argentina, limitando algunos aspectos de la especulación financiera, sin tocar el control extranjero del comercio exterior, sin limitar el saqueo de las cerealeras y mineras, sin restituir al estado el control de los recursos monetarios y financieros y sin tocar ninguna de las demás bases de la dependencia argentina.